Notas de hoy en El Financiero:
- Libros antiguos: parientes pobres de las bibliotecas contemporáneas.
México cuenta con una incalculable riqueza en acervos documentales de libros antiguos que datan del siglo XV al año 1821, debido a que fue el país en donde se instaló la primera imprenta de América.
Pero ese patrimonio histórico enfrenta múltiples problemas para su conservación y difusión, incluso hay valiosas colecciones que ni siquiera están ordenadas y otras que tardaron hasta 300 años para su catalogación.
Pocos países del llamado nuevo continente fueron tan ricos en acervos bibliográficos como lo fue la llamada Nueva España durante los tres siglos de la conquista española. Se entiende como fondos antiguos aquellos documentos, manuscritos y todo tipo de impresos, pertenecientes a los siglos del XV al XVIII y, en algunos casos, hasta el XIX, tanto europeos como mexicanos y de otros países. Los libros de esa época, tanto mexicanos como europeos, son testimonio de esa mezcla de culturas y actualmente se encuentran dispersos en todo el país en bibliotecas universitarias públicas, especializadas y privadas, así como en la Biblioteca Nacional de México.
Los especialista definen al patrimonio documental como todo aquel legado impreso generado en tiempos pasados que no sólo constituye un testimonio valioso de nuestra historia, sino que es parte de esa memoria colectiva que le da identidad a una sociedad. En México ese patrimonio es variado y de una gran riqueza. Pero igual de diversas son las condiciones físicas en las que, ahora, se encuentran. Por lo que es urgente preservarlo.
Bajo esta premisa se ha realizado el primer Encuentro Nacional de Bibliotecas con Fondos Antiguos, en la ciudad de Puebla, en el entendido de que es necesario llevar a cabo un trabajo conjunto y compartido para solucionar problemas básicos como la catalogación, restauración y conservación del libro antiguo, como bien cultural, así como emprender diversos proyectos de investigación para la difusión de este tesoro bibliográfico.
Una de las principales impulsoras de este tipo de iniciativas es la maestra Rosa María Fernández de Zamora, titular del Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas de la UNAM e integrante del Comité Mexicano «Memoria del Mundo» de la UNESCO. Ella hace énfasis en la urgencia de encontrar los mecanismos que conduzcan a disminuir los daños a este patrimonio bibliográfico que ha sobrevivido al paso del tiempo, pero no al descuido de sus custodios. Comenta que ese acervo es tan importante que, a partir de la instauración de la República del siglo XIX, los bibliófilos y mercaderes de libros de todo el mundo voltearon sus ojos hacia los impresos mexicanos coloniales y empezaron a adquirirlos por considerarlos joyas bibliográficas de gran valor. Por eso, gran parte de esos impresos están en bibliotecas extranjeras.
Sin embargo, la investigadora de la UNAM afirma que las bibliotecas mexicanas resguardan una gran riqueza bibliográfica de esa época, aunque, en muchos casos, sin tener la visión requerida para su resguardo, conservación y difusión porque no todas las instituciones depositarias de ese patrimonio man- tienen debidamente preservados estos fondos antiguos. Y es que esos acervos son, en el mejor de los casos, los parientes pobres de las bibliotecas contemporáneas a los que nadie les hace caso, ni dedica atención especial. Sobre todo porque en México sucede que a los fondos antiguos más conocidos se les presume, pero no se les atiende a pesar de que forman parte de la memoria de la humanidad.
-Para defenderlo -asevera Fernández de Zamora- hay que, primero, registrar, ordenar y dar a conocer lo que se tiene. No se puede valorar, ni apreciar, lo que no se conoce. Es hora de pasar de la teoría a la práctica y contar con los inventarios catalográficos necesarios para comprender el valor cultural del patrimonio documen- tal que México posee. A ese acervo se le considera patrimonio bibliográfico documental y debe ser tratado y protegido de manera especial.
"Es urgente señalar que es ya una necesidad que el concepto de fondos o libro antiguo se amplíe y supere tanto esas barreras cronológicas como las impuestas por la legislación vigente. Si se amplía, quedaría conferido un espacios a los documentos de los siglos XIX y XX para valorar su significado, su formato y soporte. La conservación de los documentos publicados o producidos en estos dos últimos siglos están recuperando una gran importancia por ser considerados también fuentes de investigación primaria y porque requieren de una atención debido al deterioro de los soportes en los que fueron publicados."
En México, los fondos antiguos comprenden los impresos del siglo XV al año 1821, y corresponden a la época virreinal de nuestra historia. Hasta la fecha, el impreso más antiguo del siglo XV que se conoce en bibliotecas mexicanas data del año 1469. Pero se considera que con la elaboración del Catálogo Colectivo de Fondos Antiguos, Patrimonio Bibliográfico Mexicano -que ya está en marcha-, podrían surgir sorpresas y descubrir algunos impresos de años anteriores al mencionado.
Y es que, debido a la riqueza que México posee en cuanto a patrimonio documental del siglo XV a 1821, desde la década de los ochenta se ha propuesto la realización del Catálogo Colectivo de Fondos Antiguos como un instrumento de libros común a varias bibliotecas. Después de varios intentos por elaborarlo, el proyecto se retomó en 2001 a iniciativa de la Biblioteca Nacional de México e impulsado por la UNAM y la Universidad Autónoma de Puebla.
Debido a que la Biblioteca Nacional no contaba con una infraestructura tecnológica que permitiera un desarrollo inmediato de la base de datos que albergara el catálogo colectivo, se solicitó apoyo técnico a la UNAM para que, conjuntamente, se diseñara dicho soporte y albergara, por un corto tiempo, la información. Para marzo de 2002 se presentó el avance y, meses después, la adquisición de un nuevo sistema de automatización para la Biblioteca Nacional.
Sofía Brito Ocampo, investigadora de la UNAM a cargo del catálogo colectivo, explica que dicho documento electrónico ya tiene su sede en la Biblioteca Nacional de México con el objetivo de albergar los registros de las diferentes bibliotecas o centros de la República Mexicana que posean libros antiguos hasta 1821, en su primera etapa. Por lo que contará con registros de obras, tanto impresas en México como en el extranjero.
-Desde la invención de la imprenta -añade-, el Catálogo Colectivo de Fondos Antiguos proporcionará la ubicación física de cada obra y sus diferentes ejemplares. La base principal de este catálogo es la propia colección de la Biblioteca Nacional con su fondo de origen y su colección de impresos mexica- nos e incunables. Actualmente se tienen más de 500 registros que se han vaciado a la base de datos, dentro de los cuales ya se encuentran los incunables que posee la Biblioteca Nacional y ya están listos para incluirlos en el catálogo co- lectivo la carga de aproximadamente 12 mil registros más.
Hasta el momento, en el Catálogo Colectivo de Fondos Antiguos participan diversas bibliotecas, entre ellas la Nacional de México, las de la UNAM, la José María Lafragua, la Daniel Cosío Villegas, la Francisco Xavier Clavijero, la José Vasconcelos, la Palafoxiana, la Franciscana de Cholula, la Lerdo de Tejada y Biblioteca Cervantes. Además, su página web está en desarrollo.
Pero existen problemas para que este catálogo colectivo se vuelva una realidad. Sobre todo porque varían las condiciones de las bibliotecas que resguardan fondos antiguos. Muchas de ellas desconocen el legado que en sus estantes se encuentra y, en otras más, apenas se ha iniciado el ordenamiento y catalogación del acervo histórico, como es el caso del Fondo Antiguo y Colecciones Especiales de la Biblioteca Central de la UNAM que, después de cuatro décadas de haber sido depositado en sus instalaciones, apenas lo han organizado.
Isabel Chong de la Cruz, responsable del Fondo Antiguo de la Biblioteca Central de la UNAM, expresa que ese acervo está integrado por monografías, manuscritos, publicaciones seriadas, mapas, periódicos, obras dramáticas, partituras y otros materiales históricos. Se encuentran allí desde hace 45 años, cuando se integró con diferentes colecciones provenientes de institutos de la UNAM y públicos, así como algunos legados donados por académicos universitarios.
La funcionaria universitaria relata que en diferentes periodos se hicieron varios intentos por rescatar el Acervo Antiguo de la Biblioteca Central, pero no se obtuvo respuesta para iniciar el proyecto. No fue sino hasta octubre de 2000 que se consolidó la propuesta para rescatar tan importante acervo e inventariar, organizar, sistematizar y preservar las colecciones antiguas que se encuentran en dicho recinto.
-Entre octubre de 2000 y marzo de 2001 -añade Chong de la Cruz- se ha realizado un inventario con los libros que se encontraban en el piso diez (sala poniente) de la Biblioteca que arrojó un total de 40 mil 848 publicaciones que datan de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX. Pero cuando creíamos haber terminado con el inventario de ese piso, nos avisaron que en los dos sótanos de la dirección general de Bibliotecas de la UNAM había más material antiguo. De septiembre a diciembre de 2002 se realizó el inventario de ese acervo y se recuperaron publicaciones seriadas, nacionales y extranjeras, del siglo XIX, obras dramáticas y partituras del mismo siglo, así como varios libros de consulta.
"La suma de los dos inventarios dio un promedio de 70 mil volúmenes que, ahora, se encuentran depositados en el piso diez (salas oriente y poniente). El Fondo Antiguo está organizado bajo dos grandes colecciones: la reservada y la contemporánea. La primera alberga libros que van del siglo XV hasta 1821 y, la segunda, libros de 1822 hasta 1950. El que la colocación contemporánea llegue hacia medidos del siglo XX obedece a que muchos materiales del área humanística y de la social de las décadas anteriores a los cincuenta ya están fuera de prensa; otras son ediciones príncipe; de algunos existe un sólo ejemplar dentro de todo el sistema bibliotecario de la UNAM o es una edición rara. Lo importante de todo esto es que se empieza a crear una cultura en torno a los fondos antiguos y, aun cuando no hay servicio de manera formal en el de la Biblioteca Central, por estar en etapa de estabilización y organización, se permite su acceso y consulta a los interesados."
Pero no todos los acervos documentales mexicanos corren la misma suerte. Por ejemplo, la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) también tiene, en sus bibliotecas, fondos antiguos de gran valía, como el «Vicente Lira Mora», que se encuentra en la Unidad Iztapalapa y que enfrenta los mismos problemas de reconocimiento, resguardo y conservación por el que atraviesan otras instituciones.
El Fondo Antiguo «Vicente Lira Mora» contiene impresos de los siglos XVI, XVII y XVIII, así como un cuantioso acervo de volúmenes del siglo XIX y uno, no menos importante, de la centuria pasada. En total, este fondo está conformado por 11 mil 251 ejemplares. Por ello, las investigadoras Lourdes Rocío Ramírez Palacios, Bertha Edith Juárez Hernández y Azela Reséndiz Muñoz han terminado un anteproyecto para la recuperación de este acervo.
Ramírez Palacios explica que Vicente Lira Mora fue un filántropo del siglo XIX que nació en 1890 y murió en 1966. Fue el último dueño de la Casa Barrón que, posteriormente, se le denominó Casa del Parque Lira, misma que se utilizó como escuela pública de 1928 a 1940.
-En esta casa -precisa- se conservó este fondo de 11 mil 251 libros antiguos que, actualmente, está en custodia de la Biblioteca de la UAM-Iztapalapa, debido a que el filántropo decidió donarlos. Si bien en 1976 la UAM se encontraba en construcción, aceptó el reto de recibir el fondo. El acervo ingresó a la UAM con un breve recibimiento, lo cual provocó que el legado no tuviera un lugar específico, ocasionando que se trasladara de un lugar a otro. Una vez terminada la Biblioteca de la UAM-Iztapalapa, el fondo cuenta ya con un espacio determinado.
"Apenas hemos propuesto un proyecto para el rescate y salvaguarda del material bibliográfico. Tenemos que hacer la limpieza de cada uno de los libros, revisión del material, detectar el grado de deterioro de cada volumen y planear su tratamiento y restauración. Se necesita hacer un catálogo, automatizar la información, digitalizar el fondo y elaborar la biografía personal de Lira Mora. Pero aún desconocemos el grado de deterioro del material, ya que la UAM no cuenta con los recursos necesarios para echar a andar el rescate."
- Libros nómadas, sobre el fondo antiguo de la Biblioteca de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
- La más grande haciendo documental, sobre la Palafoxiana, la Franciscana de Cholula y la José María Lafragua de la Universidad Autónoma de Puebla.